Los policías entraron a todas las secciones de la redacción del diario, rebuscando en los cajones, las gavetas, los desvanes, abriendo los aparadores, los casilleros, los cajones y las cajas y también miraban los archivos de las computadoras. El director Roosevelt sudaba y pasaba constantemente un pañuelo por su frente. Hill también estaba embozado en sus hombros. Los dos estaban muy asustados y sus miedos nos contagiaban de más pánico y pavor entre nosotros.
-Hola señorita Lucescu-, me saludó entonces, Trevor, mientras sus agentes hacían las requisas y pesquisas revisando hasta el último rincón de la redacción.
Me puse más roja que un tomate y un horrible friecito se me subió por la espalda. Tragué mucha saliva además. -¿Qué busca aquí en el diario capitán?-, le inquirí preocupada.
-¿Conocías a un sujeto llamado Alexdandar Yakimov?-, me preguntó él mirándome fijamente a los ojos. Alessia que estaba a mi lado, se alzó. -Es el sujeto que murió en la azotea de en frente y t6