Al fin llegamos hasta el centro de la ciudad y luego de desplazarnos por una estrecha calle, arribamos a una ferretería muy grande, súper surtida, repleta de clientes, clavada en mitad de la calle. -Me esperas-, me dijo Waldo enigmático y bajó de su auto de prisa, dando trancos.
Aproveché para prender el radio y revisar su guantera, en busca de alguna evidencia sobre Waldo, aunque, como les digo, ya no sospechaba tanto de él, simplemente tenía curiosidad de conocerlo más. Había una linterna, un paquete de cigarrillos, preservativos, los documentos de propiedad del auto y papeles en blanco, imagino para sus apuntes cuando salía de comisión en el periódico. No había nada comprometedor. Eso me dio, incluso más tranquilidad.
La espera se hizo muy larga porque habían demasiada gente, hasta que por fin lo vi aparecer a Waldo muy contento, sonriendo, llevando un paquete grande pero delgado envuelto en papel, asegurado con conta adhesiva. Lo puso en la parte de atrás del carro. -¿Qué