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Estaba enojada con él, no había querido decirle nada de nada. Sin embargo la ropa, los zapatos e incluso la lencería le quedaba perfecta. Siempre la desconcertaba y la enojaba, pero terminaba con una sonrisa bobalicona en el rostro. Era posesivo, berrinchudo y mandón. Sin embargo, su dulzura la derretía y todos los detalles que tenía con ella además de protector y muy atento. El hombre perfecto.

— ¡No le des más vueltas mujer! – le hizo un mohín y él sonrió.

Su mano derecha se mantenía en la espalda baja de Anna y el cuerpo de ella temblaba por la anticipación de estar en este restaurante que, aunque había estado muchas veces, nunca lo había hecho de noche, ni como invitada. La actitud posesiva de Alejandro la desconcertaba, ella era su asistente; todo el mundo la conocía como tal, incluso la chica que cumpl&

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