Punto de vista de Adrián.

Al día siguiente, que marcaba el aniversario de nuestra relación, llamé rápidamente al decorador a primera hora de la mañana y le pedí que preparara algo adecuado para la ocasión.

Al fin y al cabo, todo era para aparentar. Si Vera quería una muestra de romanticismo, se la daría, nada más.

Cuando Vera entró por fin en la sala de estar, sus ojos se iluminaron al verla.

La habitación estaba decorada de forma preciosa, con flores y luces por todas partes, como sacada de una de sus glamurosas fantasías.

Juntó las manos y esbozó una gran sonrisa radiante.

«Oh, Adrián», exclamó, prácticamente resplandeciente. «Qué detalle por tu parte ser tan romántico».

Me quedé allí, apoyado en la encimera, observándola mientras lo absorbía todo. No pude evitar soltar una risa burlona y sacudir la cabeza ante su ingenuidad.

Sonreí, pero no era el tipo de sonrisa que ella quería. «¿Romántico?», dije, con voz tranquila pero cortante.

«Esto no es romanticismo,