El Apartamento.
Valentina abrió la puerta de su departamento y lo dejó entrar, y en el instante en que Alexander cruzó el umbral, el aire pareció cargarse de electricidad. Cada paso suyo era firme, seguro, pero bajo esa apariencia impecable se percibía algo diferente: un temblor casi imperceptible en su mandíbula, una tensión contenida en sus hombros, una mirada azul que hablaba más de lo que cualquier palabra podría. Su porte siempre lo hacía parecer inalcanzable, pero aquella noche había un hilo de vulnerabilidad que él mismo no podía ignorar, y que solo ella podía leer.
El aroma del departamento, mezclado con la lluvia que golpeaba los ventanales, llenaba la estancia, y Alexander respiró profundo, como si necesitara grabar cada matiz de la noche, cada gesto de Valentina, cada centímetro de la distancia que los separaba. Cada pequeño movimiento suyo, el ajuste de la chaqueta, el temblor de los dedos, la forma en que la luz caía sobre su cabello, era un mensaje silencioso que él recibía con precisi