Cena en Manhattan. 3
En la primera oportunidad, ella misma cambió su foto de perfil en Instagram: un selfie con Owen, abrazados, con el trasero del toro de Wall Street de fondo, incluso algunos turistas amables les ayudaron a capturar imágenes juntos, donde él la rodeaba con el brazo y ella se inclinaba feliz sobre su pecho.
El tiempo voló entre risas, miradas cómplices y caricias robadas entre paso y paso, cuando la hora del almuerzo se les vino encima, tuvieron que correr apresurados, riendo como adolescentes que habían perdido la noción del reloj, por suerte, Verónica los comprendía más que bien: sabía que aquel sábado era para ellos, para pasear y disfrutarse sin reservas, más allá de los compromisos familiares.
— ¡Tío! — el grito de dos niñas tomó por sorpresa a Edneris, quien se hizo a un lado para dejar que ambas pudieran abrazarlo.
— ¡Hola, pequeñas! — hacía mucho que no las veía; tuvo que arrodillarse en el suelo para apretarlas fuerte entre sus brazos.
— Hola, Edneris, qué gusto por fin poder co