Más de una hora después, la empleada llamó a la puerta de la habitación de invitados donde estaba Felipe.
—Señor Ramírez, ya he bañado a la señora.
Felipe, ya vestido con ropa limpia de casa, salió y dijo:
—Gracias por tu trabajo.
La empleada respondió rápidamente:
—Es mi deber. La señora ya está acostada descansando. Dejé la sopa para la resaca en el termo, para que pueda tomarla cuando despierte.
—Está bien.
Después de que la empleada se fue, Felipe regresó a su dormitorio principal. La ropa de cama había sido cambiada por una limpia, el baño estaba impecable y ya no había olor desagradable, solo el aroma del ambientador que solía usar.
Esto le calmó bastante.
Aunque no tenía una manía por la limpieza, siempre había preferido la higiene y no soportaba olores extraños o suciedad.
Al ver a Clara acostada en la cama, frunció el ceño. Hoy le tocaba a él dormir en la cama.
Si estuviera de buen humor, no le importaría cederle la cama, pero hoy no era el caso.
¡Estaba muy molest