Mi corazón late frenético al ver a Rachel en aquel estado, temblando de pies a cabeza.
―Tienen que ayudarla, por favor ―nos dice entre sollozos―. No sé cómo pasó.
Me acerco a ella rápidamente.
―¿Estás bien, cariño?
Niega con la cabeza.
―No lo sé.
Está en shock. La reviso con minuciosidad. Siento un gran alivio al comprobar que la sangre no le pertenece.
―Esta… Estábamos hablando en el balcón y, de un momento a otro, ella se desplomó sobre el piso ―susurra con un lamento desesperado―. No sé de dónde salió tanta sangre.
Robert se acerca rápidamente al escuchar su confesión.
―¿Dónde está mi esposa?
A pesar de su control, sé que está a punto de desmoronarse. Rachel aparta su mirada de mí y la desvía en su dirección.
―Ella está…
No puede completar la frase, porque rompe a llorar con desconsuelo. En vista de que mi mujer no está en condiciones de brindarnos respuestas, él mismo va a buscarlas. Sale disparado hacia el balcón, antes de que pueda detenerlo.
―¡Maldita sea, Robert, espera!
Hace