―Yo no soy…
Menciona Rachel, bastante contrariada. Así que me veo obligado a intervenir para remediar la incómoda situación.
―Lo siento, Alfred, déjame presentarte a la señorita Venus ―le aclaro y le guiño el ojo con disimulo para que me siga el juego―, es una de las bailarinas del club y esta noche es mi invitada.
Me observa, intrigado, pero capta la indirecta. De inmediato, vuelve a su acostumbrada actitud formal y distante.
―Lamento el imperdonable error, señor ―luego de disculparse vuelve a fijar la mirada en mi compañera―. Señorita, pido disculpas, permítame enmendar mi equivocación dándole la bienvenida y poniéndome a sus órdenes.
Ella corresponde con una sonrisa tan adorable y dulce, que me dan ganas de comerle la boca a besos. Y es precisamente lo que pienso hacer durante toda esta noche.
―No hay nada que perdonar, Alfred ―indica con ese acento delicioso que enciende mi polla―, estoy segura de que no fue tu intención.
Mi mayordomo se hace a un lado para que ingresemos.
―Por fav