Cadie se encontraba feliz, los niños tenían una simplicidad admirable, era ella la que había tomado la mano a su hermanito, solo permite que las enfermeras tomen el tiempo necesario para darle de comer, después me permite a mí unos minuticos y luego ella se apropia de la labor de cuidar a su hermanito, todas las enfermeras ya la adoraban, y solo habían pasado horas. La señora Samanta, llegó.
—¡Abuela! Mira a mi hermanito. Parece un acordeón, pero Nidia, —así se llamaba una de las enfermeras—. Me dijo que se rellenará con comida y amor.
—Así es mi reina. —La señora Samanta le dio un beso, se puso unos guantes—. ¿Me das permiso para acariciar a mi nieto?
—Claro que si abuela, solo un ratico.
—Arturo también necesita amor de todos los miembros de la familia. —abrió los ojos.
—Pero, el abuelo Henrry, abuelas Rochi y María no lo saben. ¡Papi! Préstame el celular.
La señora Samanta la llenó de besos, las enfermeras solo sonreían, le pasé el celular, ella misma llamó a sus bisabuelos. Mi mad