Verla ingresar me aceleró el corazón y no tiene por qué. Ella solo es mi amiga.
—En este cuarto hace frío. Échate pa’ un lado.
—¿Qué pasa?
—Na, es que llueve muy feo.
Se metió debajo de la sábana, me dejó en la orilla, y se aceleró aún más el órgano dentro de mi pecho.
—Bodoque, me vas a sacar de la cama.
—¡¿Quién dijo?! Yo soy la que estoy en la orillita.
—¡No seas mentirosa!, tu cuerpote ocupa casi toda la cama, sacas a cualquiera de ella, eres muy ancha. —Se sentó.
—Disculpa Dylan.
Salió del cuarto sin mirarme. Ahora, ¿qué le picó? No dije nada malo. Sea lo que sea mañana hablo con ella. El sueño me alcanzó cuando el aguacero disminuía la intensidad. Me dio mucha nostalgia despedirme de los abuelos. Quedé comprometido en volver cada año, les dije que no sé sí mi mamá le alcance para comprar los pasajes, ellos se ofrecieron a pagar los tiquetes.
Sin duda eran una familia muy generosa, amable, cariñosa y se habían ganado mi respeto y admiración. Catalina ha pasado distante,