La respuesta era difícil, pero tenía que admitir que aquella revelación algo había cambiado y no para mejor. Sin embargo, no podía resultar más concreta; la sensación era vaga e incierta por el momento.
-Nunca he conocido a un millonario -dijo ella-. Eso lo cambia todo; no esperarás que te trate como a un médico en prácticas.
-Pues eso es lo que pretendo. Todavía soy un médico aprendiendo su oficio.
Aquél era precisamente el problema.
-Entonces, dime, ¿por qué quieres ser médico? Podrías haber sido cualquier cosa. Ni siquiera tienes necesidad de trabajar. ¿Por qué elegiste este trabajo?
-¿Lo haces tú solo por el dinero? -preguntó.
Ella hizo un gesto negativo.
-No, soy médico porque me encanta.
-Eso es lo que quiero yo también.