Amelia aprovechó la distracción de Edgar para salir corriendo, hoy día, podía decir que conocía hasta dónde podía llegar aquel hombre y, plenamente, sabía que sus acciones nunca eran buenas.
En algún momento, creyó en él, creyó que era consciente de todo el daño que le había hecho, creyó que valoraba lo que un día fueron, creía que, por aquello, él simplemente la dejaría hacer su vida, pero la realidad era muy diferente.
La mujer llegó lo más rápido que pudo a casa, se encerró sin ver quién la seguía o veía. Al sentirse segura, finalmente, dejó caer su cuerpo tras aquella puerta.
- Edgar, ¿Por qué no puedes dejarme en paz? -dijo la mujer entre lágrimas. – Tú fuiste quien mató todo lo que éramos, ¿Por qué ahora vienes y me culpas de todo? ¿Cómo demonios nunca vi la clase de persona que de verdad eras?
A su mente llegó el peor de los días que había vivido tras separarse de su marido, ella se lamentaba haber aceptado volverse a ver, pues desde ese momento, su vida se había vuelto un comp