Gabriel dormía acurrucadito a mi lado, con una de sus manos agarrando el borde de mi camiseta, como si temiera que desapareciera de nuevo. Había pasado toda la tarde pegado a mí, abrazándome, contándome todo de la escuela, enseñándome sus dibujos… y ahora dormía tranquilo, con las pestañas largas descansando sobre sus mejillas redondas.
Mi pecho se llenaba solo con mirarlo.
En el salón, todavía escuchaba la voz baja de mi padre hablando con Cathe. Ella había insistido en quedarse a pasar la noche aquí para ayudarme, y no tuve fuerzas para negarme. En el fondo, me reconfortaba saber que había gente cerca. Después de lo que había pasado, mi cuerpo podía estar recuperándose… pero mi corazón todavía estaba un poco as