Salí de la habitación y fui directa al salón. El ruido de la narración deportiva me avisó de que mi padre estaba viendo fútbol. Estaba tirado en el sofá, medio desparramado, con la cara cansada y los ojos fijos en la tele. Me dejé caer a su lado, abrazando un cojín contra el pecho.
— ¿El equipo va ganando, papá?
Me sonrió de medio lado, sin apartar la mirada de la pantalla.
— Milagro… sí, están ganando.
— Pues entonces hoy el universo está bien alineado, porque mi día también ha sido bueno.
Se giró hacia mí, curioso.
— ¿Ah, s&i