Diogo
Llegué a casa y cerré la puerta detrás de mí con más fuerza de la que pretendía. Apoyé la frente contra la madera durante un segundo, soltando un suspiro largo. Un torbellino de sensaciones me atravesaba el pecho: confusión, alivio, algo de rabia, pero, sobre todo, un miedo extraño que aún no tenía nombre.
Se había sentido mal, solo eso… pero durante horas pensé que me había dejado.
Caminé con paso firme hacia el salón y me dejé caer en el sofá, mirando el techo por un momento, recordando nuestro último encuentro. El ambiente era distinto, no era solo cansancio o un mal día... había algo en ella, en sus ojos, en la forma en que hablaba, como si estuviera alejándose.
Herida, a la defensiva… y yo no tenía ni idea del porqué. Pero sentía que tenía que ver con su pasado.
Miré el reloj en mi muñeca: casi las seis de la tarde.
Solté otro suspiro y cogí el móvil. Toqué el nombre de Valter y esperé. Contestó al tercer tono.
—Dime, Diogo.
—Oye, dijiste que me ibas a dar una respuesta...