Diogo
La reunión estaba llegando a su fin cuando escuché voces en el pasillo. Altas, rápidas.
Fruncí el ceño y levanté la mirada hacia la puerta. Junior, a mi lado, interrumpió lo que estaba diciendo y miró también hacia allí, con las cejas arqueadas.
—¿Qué es ese ruido? —murmuró.
Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe. Una figura pequeña, con el pelo suelto y despeinado, entró corriendo con los ojos fijos en mí.
Alice.
Linda venía detrás, visiblemente sin aliento, los tacones resonando sobre el suelo de la sala.
—Señor Diogo, lo siento, yo… ella entró corriendo, nadie pudo detenerla en recepción.
Linda intentaba explicarse, jadeando.
—Le pedí que saliera, pero…
El guardia que la acompañaba se acercó y le agarró el brazo a Alice, intentando detenerla. Mi cuerpo reaccionó antes que mi cabeza y me levanté de la silla de un salto.
—Suéltala —ordené con firmeza.
El guardia dudó un segundo, pero después soltó su brazo y retrocedió en silencio.
—Podéis iros —añadí, mira