Ava Davis.
¡Qué noche! ,Rogaba que las horas pasaran rápido. Camila me tenía al borde de un ataque de nervios con sus constantes críticas.
Mi madrastra no perdía ocasión para rebajarme , aún enfrente de mi esposo.
Me sentí como una sombra, atrapada en mis inseguridades.
Cuando al fin se despidieron, respiré aliviada, como si hubiera salido de una prisión.
Liam tomó mi mano y no me soltó hasta cerrar la puerta de la habitación.
Sus dedos eran cálidos y su contacto provocó que un escalofrío recorriera mi cuerpo.
—¡Gracias, Liam! —dije con suavidad.
—No debes agradecer nada —respondió mientras sonreía —. A mí no me gusta para nada la gente injusta y opresiva. No entiendo por qué te dejas tratar de ese modo, sin protestar.
Su mirada me atravesaba, y aunque sus palabras tenían la intención de consolarme, solo aumentaron mis penas.
En cierto punto, sentí que su preocupación era genuina, pero también temía que fuera porque estaba obligado a ser amable. Deseaba que yo hiciera el amor co