173. Los libres y los ciegos
Conforme avanzaba el día, el paisaje comenzó a cambiar sutilmente. Los bosques densos dieron paso a campos cultivados y pastizales, con aldeas pequeñas visibles en la distancia. El aire llevaba aromas diferentes: humo de cocinas domésticas, animales de granja, y esa mezcla particular de actividad humana concentrada que caracterizaba las áreas más pobladas.
—Estamos entrando en territorio más civilizado —observó Malcolm, notando los cambios en el ambiente—. Necesitamos estar más alerta.
—Y más normales —añadió Gael desde atrás—. Comportémonos como cualquier familia de comerciantes o artesanos que viaja por negocios.
Durante la tarde, se cruzaron con una caravana de comerciantes que se dirigía en dirección opuesta. Los líderes de la caravana los saludaron cordialmente, y siguieron su camino como si nada. Conforme se acercaba la noche, el grupo estableció un campamento discreto en un bosquecillo que ofrecía cobertura natural y acceso a agua fresca. Era una rutina que habían perfeccionado