124. El veneno del rencor
El Druida Alder asintió ante las palabras de Nelly, agregando:
—Sin la purificación adecuada, estos peces son venenosos —explicó el Druida— Sus jugos digestivos contienen toxinas que pueden causar parálisis permanente o muerte en cuestión de horas. Pero una vez tratados correctamente, proporcionan la proteína necesaria para sobrevivir, como pueden ver, ni Nelly, Gael y yo estamos desnutridos, esos peces son buenos, cómanlos, cachorros.
Gael, al ver las expresiones de repugnancia absoluta en los rostros de esos mocosos, estuvo a punto de arrebatarles los platos con un movimiento brusco. Su paciencia, que ya era limitada en el mejor de los casos, parecía haberse agotado completamente, él no estaba tan feliz con esa “reunión familiar” como ya estaban asumiendo, él estaba a punto de gritarles que le devolvieran su comida que era tan difícil de conseguir, pero en el instante que iba a hacerlo, de detuvo como si algo hubiera cruzado por su mente.
Su expresión cambió sutilmente, y por un mom