—¿Y si te dice que no?.
—Maldición, ¿vas a seguir con tus malos augurios? Se supone que eres mi amigo.
—Soy realista, Alaric. Si querías un porrista, hubieras traído a Gerd.
Alaric se pellizca el puente de la nariz, buscando paciencia como quien busca monedas debajo del sofá. Lo sé, estoy insopo