—Bueno... —vacilo, buscando desesperadamente una excusa que no me haga sonar como una idiota—. Solo un poco. Pero es que...
—¿Te da vergüenza tener sueños húmedos conmigo? —me interrumpe, mientras se apoya en la cama con una rodilla, inclinándose hacia mí. Su tono es suave, pero sus ojos brillan co