—Lo sé, abuela, lo sé —me paso ambas manos por la cara, luego apoyo los codos en las rodillas—. Sé lo que prometí en su tumba, pero no pude controlar mis sentimientos. Fue imposible.
—Ella es una jovencita...
—También lo sé —replico con frustración—. Las cosas simplemente sucedieron. Sé lo que pie