Los agentes se acercan a Margaret para esposarla. Sus gritos se vuelven más histéricos, mientras Mónica llora y el señor Adams intenta interponerse una vez más.
—¡Margaret es una víctima! —vocifera él, aferrándose a la esperanza—. ¡No pueden hacer esto sin hablar con sus abogados!.
—Los abogados p