—No he pedido la opinión de nadie.
Voy a replicar, pero algo llama mi atención: el anillo de bodas que siempre llevaba ya no está en su dedo. Levanto la mirada, y sus ojos ya estaban fijos en mí. Azules, intensos, tan fríos como el acero.
—¿Ya te has divorciado? —pregunto en voz baja. Él sonríe.—N