—Eres perfecta —arrulló él.
El orgullo la atravesó como una bala, y redobló sus esfuerzos mientras él se hundía en su garganta. Los ojos de Aisling se llenaron de lágrimas y un ligero dolor apareció en su mandíbula.
«¿Cómo voy a seguir haciendo esto?», pensó. Todavía no se acostumbraba.
Sentía