La gobernadora de la ciudad me miraba fijo y a mi se me había puesto blanda y Doniv lo seguía intentando con todas sus fuerzas.
Simplemente me maldecía por estar en el lugar equivocado y a la hora equivocada.
— Perdón —Dijo ella, tras yo descubrir que su mirada pertenecía a la de alguien que estaba profundamente decepcionadx—. Venía a verte a tí pero me di cuenta que estás ocupado.
Acto seguido la gobernadora de la ciudad se alejó en dirección hacia la salida del bar clandestino sanitario. Doniv seguía en aquello y la hice parar casi bruscamente.
No podía creer que había pasado de un nivel de calentura máxima a esa sensación. Para colmo no tenía idea qué era lo que estaba pasando.
— ¿Que pasa? —Preguntó ella, aún con mi verga en sus manos— ¿Quien se dio cuenta de esto?