DEMETRY
No puedo creer lo estúpido que fui, en cómo me dejé engañar. ¡Demonios! Debe tenera una explicación. Mi noche de boda no se puede convertir en este desastre.
—¿Qué haces aquí tan temprano? — Pregunta Guille al verme.
—Quise venir a ver cómo amanecieron todos y la cosecha.
—Demetry, acabas de casarte. Ve a disfrutar de tu amada y déjame a mí, encargarme de la hacienda.
Cada vez que lo escucho, lo veo más amañado al campo y sin ganas de regresar a la ciudad.
—¿La pasaste bien anoche? —Indague para que no leyera mi rabia en los ojos.
—De maravilla. Este pueblo tiene cada belleza de mujer.
—Pensé que ya conocías a la dueña de tus suspiros.
—Y sigue siendo ella, pero no significa que no tenga ojos para admirar otras bellezas. Por ejemplo, una de las amigas de tu mujer. La tenía bien escondida.
—No es lo único que tenía bien escondido.
—¿Qué dijiste?
—Nada. ¿Has visto a Leandro? Me dijeron que salió temprano a cabalgar.
—Lo vi con Aarón, por ahí. Está de un humor insoportable, aunque