Capitulo 5

**Mía Johnson**

Despierto sintiendo unos brazos rodear mi cintura, así que con mucho cuidado intento voltearme, pero cuando lo hago siento un dolor traspasar todo mi cuerpo, haciendo que suelte un jadeo de dolor. La persona que tengo al lado se levanta de golpe.

- ¿Dios mía, estás bien? - era la voz de Paolo.

- Me duele - intento tocarme, pero él sostiene mi mano.

- No toques, espera, ya te traigo algo para el dolor - sale al baño y a los 5 segundos llega con unas pastillas en sus manos, que sin preguntar me las tomo. Él coloca una almohada detrás para que esté más cómoda y la verdad me sorprende tanta amabilidad.

- ¿A qué se debe tanta hospitalidad la tuya? - digo con algo de dificultad. La cara de Paolo se pone pálida y por primera vez veo a este hombre que aparenta ser tan fuerte algo decaído.

- Lo siento - cuando dice eso, un nudo se instala en mi garganta y siento como mi cuerpo se pone tenso con ganas de decir lo que siento.

- ¿Lo sientes? - digo en un susurro con los dientes apretados.

- Sabes cuántas veces has dicho eso - digo enojada tratando de controlarme.

- Mía, yo... Dios, tú sacas lo peor de mí.

- ¡Tú me secuestraste! - le grito y siento dolor.

- Cálmate.

- No me quiero calmar, eres una mala persona, eres un hombre cruel que no se merece nada, ni siquiera mi amor. ¿Crees que siendo buena persona vas a borrar todos los golpes y las violaciones que me has hecho? - él agacha la mirada, pero yo se la tomo y hago que me mire.

- ¡Mírame! Así como tú me dices que te mire, ahora mírame tú a mí. Eres un maldito y no sabes cuánto te odio. Con todo esto que haces solo alimentas más mi odio. Puedes golpearme todo lo que quieras, Paolo, total yo no puedo nada, si muero antes me harías un favor - él se para como resorte, enojado.

- No digas estupideces, Mía, yo no dejaré que nada te pase.

- Si tú eres el principal en lastimarme - él sale dando un portazo y lo único que logro es soltar un gran suspiro.

A la media hora escucho que alguien abre la puerta y es Matías.

- Hola, preciosa, aquí está tu comida - veo con desagrado la comida y él lo nota.

- Lo siento, señorita, pero debes comer - pone la bandeja en mis pies y toma la cuchara para darme la comida. Vamos, Mía, abre la boca.

- Preciosa, come - abro mi boca y él comienza a darme la sopa sonriendo.

- ¿Ves que está rica? - yo asiento sintiendo mis ganas de vomitar. Cuando por fin termino, él se va y lo primero que hago es pararme con cuidado y caminar hasta el baño para meter dos dedos en mi boca, expulsando toda la m*****a sopa. Al terminar, me veo al espejo y veo lo pálida que estoy.

- ¿Qué haces parada? - brinco al sentir la voz de Paolo.

- Por Dios, casi me matas de un susto - toco mi corazón.

- Estás pálida, ¿todo bien?

- Sí, todo bien.

- Quería darte una sorpresa - me siento con cuidado en la cama.

- ¿Qué es? - pregunto curiosa.

- Vamos a dar una vuelta al jardín.

- Sabes que no puedo moverme mucho - él sonríe.

- Te traje una silla de ruedas, no quiero tenerte más encerrada aquí - sonrío emocionada porque por fin tendré aire.

- Gracias, gracias - él me toma en brazos y bajamos con cuidado hasta que él me sienta en la silla de ruedas.

- Toma, abrígate bien, hace frío - me pasa un abrigo peludo y salimos a dar mi vuelta. Comienzo a ver el jardín que ahora ya se está llenando de nieve.

- Es precioso, hace mucho no veía esto.

- Ahora vas a poder si te portas bien.

- ¿Cuándo dices que me porte bien es acostarme contigo? - él niega.

- Solo no intentes escapar.

- Sabes que eso es imposible - él se acerca y acaricia mi mejilla.

- Mía, quiero darte un poco de libertad, pero si tú no colaboras no voy a poder hacerlo - bajo la cabeza mientras una lágrima sale.

- Esto es injusto, no sé qué viste en mí, pero ojalá nunca te hubiera conocido.

- No digas eso, ángel, eres mi reina y no te dejaré nunca, tú eres mía, entiéndelo - acaricia mi mejilla y me da un beso en la frente.

- Ven, es mejor entrar, hace frío y no quiero que enfermes, además debes descansar - yo asiento mientras él me lleva adentro.

- Señor, la cena está lista - dice Sara.

- Coloca un plato más en la mesa, Mía come con nosotros - ella asiente mientras nos dirigimos a la mesa donde está Matías.

- Hola, preciosa - me ruborizo por su comentario.

- Hola, Matías, qué gusto verte.

- Lo mismo digo - nos sentamos en la mesa y al ver toda esa comida siento llegar las náuseas.

- ¿Estás bien, ángel? Te veo pálida.

- Sí, no pasa nada - empiezo a comer lentamente y siento la mirada de ambos hombres.

- ¡Dejen de verme! - ellos quitan la mirada y siguen comiendo hablando. Cuando termino, le pido rápidamente a Paolo que me suba a la habitación y apenas este se va, vomito todo el contenido. Me siento en la cama y respiro profundo porque un mareo fuerte me mueve, así que me acuesto tratando de calmar mi mareo.

A la mañana siguiente, bajo a la sala para preguntarle a Paolo si puedo salir, pero antes de entrar lo escucho gritar.

- Ya llevamos 5 meses buscándola, necesito que la encuentren como sea - ¿De quién habla?

- Sí, yo iré a esa dichosa fiesta para ver si Rose está ahí - ¿Quién es Rose?

- Amigo, puedes calmarte - era la voz de Matías.

- ¿Cómo quieres que me calme si mi bella Rose sigue perdida? - una pizca de celos llega a mí cuando él dice eso.

- Amigo, la vamos a encontrar.

- Eso espero, amigo, ya quiero que pase este mes para ir a esa dichosa fiesta.

- Tranquilo, pronto la podrás ver.

- Yo solo deseo poder verla otra vez.

- Recuerda que tú ahora tienes a Mía y Rose está con alguien - siento un golpe.

- Lo de Mía es otro cuento, solo la quiero para mi placer, en cambio a Rose sí la amo - no sé por qué, pero siento como si algo dentro de mí se haya roto, una lágrima traicionera se escapa de mis ojos, pero rápidamente la limpio. La puerta se abre dejando ver a Matías y a Paolo, ambos al verse sus caras cambian.

- ¿Ángel, hace cuánto estás aquí? - dice Paolo algo nervioso.

- No hace mucho - digo tratando de controlar mis emociones - quería saber si podía dar mi paseo de hoy.

- Claro, espera, voy contigo - dice él, pero yo lo detengo.

- No, me gustaría que me acompañara Matías, tú debes tener muchas cosas por hacer - él mira a su amigo para después verme a mí.

- Yo puedo... - lo interrumpo.

- No quiero molestar, Paolo - él asiente y Matías sale detrás de mí.

Al llegar al jardín, me volteo y miro con seriedad a Matías.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?

- ¿Quién es Rose? ...

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