Capitulo 4

Mia Johnson

Me levanto temprano sintiendo mi cuerpo más fuerte, con los medicamentos y las cremas que Paolo me dio, ya me siento mejor, así que aprovecho que él no está para levantarme y darme una ducha. Al salir, me pongo la ropa interior y un poco de crema para después colocarme algo cómodo.

Veo hacia la ventana con barrotes y veo que ya empezó a nevar, cosa que me gusta mucho. Escucho cómo abren la puerta y, al reconocer quién es, no me intento mover.

— Qué hermosa estás — Paolo coloca una bandeja con comida al lado mío.

— Tienes que comer — veo de reojo cómo él me mira.

— No tengo hambre — él da una profunda inhalación.

— Mira, Mia, estoy tratando de ser paciente contigo, así que más te vale que empieces a comer si no quieres que te la meta a las malas — lo miro a los ojos y después tomo el jugo de naranja, viendo en su cara una sonrisa.

— Así me gusta — intento comerme todo el maldito desayuno y cuando termino, él me da un beso.

— Me encanta cuando haces caso, princesa, tienes que alimentarte para que estés fuerte.

— Sí, como sea — vuelvo a mirar la nieve, cómo me gustaría salir.

— Paolo — él se voltea.

— Sí, dime.

— ¿Crees que podría salir a dar una vuelta? — digo algo nerviosa.

— No, aún no confío en ti.

— Paolo, por favor, estoy aburrida de estar aquí encerrada.

— Si quieres que te libere, has méritos para que te deje salir — se levanta y sale, dejándome sola. Aprovecho que él no está y corro al baño, meto mis dedos en la garganta lo más que puedo, haciendo que vomite todo lo que había comido. Ya pueden deducir que tengo, sufro de un trastorno alimenticio desde los 18. Creí que lo había superado, pero cuando llegué aquí volvió esa necesidad de vomitar todo lo que consumía y esto se debe al estrés que sufro.

A las 12 llega una chica joven con una charola de comida.

— Aquí tiene, señorita — ella deja la bandeja, pero cuando se va a ir, le pregunto.

— ¿Cómo te llamas?

— Sara.

— ¿Hace cuánto trabajas aquí, Sara?

— Hace 4 meses — al parecer es muy tímida, pero a mí no me importa, solo quería hablar con alguien.

— Señorita, debo irme a terminar mis labores, ahora regreso por el plato — miro el plato lleno de comida, así que tomo una bolsa y coloco la comida ahí, dejando el plato limpio.

A las 5 pm estoy hecha un tumulto de nervios, me estoy comiendo las uñas y es por el simple hecho de estar encerrada en este lugar.

— ¿Qué hago? ¿Cómo puedo lograr que él me saque? — en ese momento me llega la única idea, pero sé que me odiaré toda la vida. Voy al cajón y tomo la ropa interior más sexy que hay, la miro y me debato si colocármela o no.

— Quiero salir y si para salir lo debo seducir, pues toco — me quito la ropa y comienzo a colocarme esa ropa interior para después ir a maquillarme para tapar los morados que aún tengo.

Me miro al espejo por última vez y veo que todo está en orden, hasta que escucho la puerta abrirse, así que me siento en el sofá con las piernas cruzadas. Paolo, al verme, veo cómo este pasa su mirada penetrante por todo mi cuerpo.

— ¿Te gusta lo que ves? — digo acercándome a él con una manera sensual.

— Veo que sí pensaste en lo de hacer méritos — él toma mi cintura, así que obligo a mi cuerpo a relajarse.

— Quiero complacerte — lo siento en la cama mientras le desabrocho la camisa, dando pequeños besos en su cuello. Él toma mi cintura y hace que me siente encima de él, sintiendo su duro miembro.

— Me encanta que estés así — besa mi cuello y luego baja, dando besos en mis pechos. Tengo deseos de apartarlo, pero no puedo.

— Juro que te haré gemir y te haré llegar a la cima — desabrocha mi sostén y todo mi cuerpo se tensa.

— Eres perfecta — toma mis pechos en sus manos y comienza a darles caricias, esto logra que sienta algo, pero no es tan fuerte como para excitarme, así que empiezo a gemir para que él piense que lo estoy disfrutando.

— Ah, Paolo — él clava su erección y suelta un gruñido.

— Me traes loco — me tumba de espaldas y se comienza a quitar su ropa hasta quedar completamente desnudo. Al verlo bien, me doy cuenta de que no está mal, al contrario, tiene buen cuerpo y su rostro es perfecto, pero con todo lo que me ha hecho, dudo que algún día logre sentir algo por él.

— ¿Te gusta lo que ves? — ahora es él quien pregunta en tono juguetón.

— Claro — él comienza a acariciar mis piernas y luego toma mis bragas y las baja, dando un beso en mi feminidad, cosa que hace que mi cuerpo se estremezca. Él me coloca encima de él y logro sentir su miembro rozar mi feminidad.

— Te haré mía, vas a ver que tocarás el cielo — siempre tan engreído, toma su miembro y poco a poco lo comienza a entrar. No sé por qué, pero de mi boca sale un gemido al sentirlo y él gruñe satisfecho. Empieza a moverse, a entrar y salir. Él me besa el cuello, los pechos.

— Ahh, me encanta, preciosa — Paolo acelera sus movimientos y no sé por qué llega a mi la noche que me violó y después la noche que me golpeó hasta el cansancio.

- ¡Salta de mí! - le grito, pero él no hace caso y antes de meter más, comienzo a pegarle en el pecho.

- Dijiste que ibas a hacer méritos, preciosa, no lo arruines - dice con los dientes apretados.

- ¡Déjame, maldito cerdo! - él se separa y sin que me lo espere, me da una cachetada.

- ¡Maldita perra, a mí me respetas! - sigue penetrándome, así que decido quedarme quieta como una muñeca porque sé que eso lo desespera.

- ¡Muévete, jodida puta! - sus embestidas son tan fuertes que causan dolor.

- ¡Que te muevas! - me da otro golpe, pero en este siento la sangre de mis labios correr.

- Puedes hacer lo que quieras, golpearme hasta matarme, pero jamás vas a poder conseguir que tenga un puto orgasmo contigo porque eres un maldito cerdo y me das asco - él se levanta de golpe, toma mi cabello y me tira al suelo para darme una patada tan fuerte que juro que quedé sin aire por unos segundos.

- Zorra, ¡respétame! - da otra patada y esta vez siento como mis párpados se cierran, pero él sigue haciéndolo hasta que mis ojos se cierran y no escucho más.

Despierto algo desorientada y con un profundo dolor en mis costillas que no me deja respirar bien. Al darme cuenta de dónde estoy, me estremezco.

- Me metió en este puto sótano - trato de sentarme, pero siento un dolor de m****a al hacerlo.

- Tranquila, yo te ayudo - entra un hombre joven, de pelo corto y ojos azules. Este toma mi cintura y me sienta, pero el dolor es tan fuerte que suelto un grito.

- ¿Te duele mucho? - asiento tratando de respirar.

- ¿Puedo ver? - tomo la camisa que tengo puesta, pero al hacerlo, los ojos de aquel joven se abren como plato, así que bajo la mirada y ahí también me asombro al ver el tremendo hematoma que tengo a un costado.

- Oh, por Dios, eso se ve feo. Voy a traer a un médico para que te revise - yo solo asiento, ni siquiera tengo fuerzas para hablar.

Después de media hora, aparece el joven y un médico.

- Hola Mia, vine a revisar ese golpe - el médico me mira con compasión y con delicadeza sube mi camisa.

- Vaya, esto sí que es grande. Necesito que des una respiración profunda - cuando intento hacerlo, un dolor se expande por toda esa zona, haciendo que suelte un grito.

- Duele - me quejo bajito.

- Te voy a tocar esa zona. Te dolerá un poco, pero necesito saber si tienes una costilla rota - yo asiento temerosa, pero al ver al joven a mi lado, este me proporciona algo de seguridad. El médico coloca sus dedos en la zona del golpe y hace presión.

- ¡Ahh! - grito y este de inmediato retira su mano.

- Bueno, al parecer la señorita tiene una costilla o dos rotas, no sabría decirle con exactitud cuántas costillas fueron, ya que se necesita un examen de rayos X para mirar bien, pero sin temor a equivocarme, tienes costillas fracturadas, por eso no te permite respirar bien.

- ¿Qué hay que hacer, doctor? - dice el joven.

- Estar quieta por lo menos un mes, y procurar que sea en un buen lugar - señala el sótano - Te mandaré unos medicamentos para el dolor y unas pomadas para disminuir el golpe, pero lo más importante es el reposo. Si haces un movimiento brusco, puede que esa costilla que esté fracturada perfore algo dentro de ti, causando una hemorragia interna y cuando eso sucede, hay peligro de muerte - mis ojos se llenan de lágrimas y entonces comienzo a llorar.

- Doctor, yo cumpliré con todo, puede retirarse - el doctor se retira dándome una mirada de lástima. Entonces me tapo la cara con las manos hasta que siento que alguien toca mi espalda.

- Oye, tranquila. Ven, tengo que llevarte a un lugar cómodo.

- Paolo se enojará - digo en un susurro.

- Ya veré qué hago, ahora lo importante es tu salud - me toma en brazos y me lleva a la habitación que estaba, depositándome con cuidado.

- Toma estas pastillas, te ayudarán con el dolor y además te ayudan a dormir, veo que lo necesitas - el joven me sonríe.

- Gracias...

- Matías, me llamo Matías.

Paolo Lombardi

Estoy buscando la pista de la Bella Rose, pero nada parece, como si la tierra se la hubiera tragado. Mi encanto ha desaparecido, al parecer, por lo que me contó el imbécil de James. Se la llevó el mafioso Jack, así que creo saber cómo puedo encontrarla. En un mes, habrá una gala donde se reunirán los mafiosos más importantes, y como yo soy dueño de la mafia italiana, estoy cordialmente invitado.

Mi teléfono suena y veo el nombre de Matías.

- Hola amigo, ¿qué pasa?

- Eres un animal - Matías me habla casi gritando, cosa que no me gusta.

- Oye, recuerda con quien hablas.

- Sí, con mi amigo que es un imbécil. ¿Cómo pudiste hacerle eso a esa chica? - así que habla de Mia.

- Porque entraste al sótano, tenía prohibida la entrada de las personas hasta mi regreso mañana.

- La chica ni se podía mover, la tiraste como si fuera una basura.

- Se lo tenía merecido.

- Tuve que llamar a un doctor - cuando Matías dice la palabra "doctor", mi cuerpo comienza a ponerse nervioso.

- ¿Qué... qué te dijo? - mi tono suena preocupado.

- Al parecer tiene varias costillas rotas, y si no se cuida, puede que esas costillas rotas perforen algo ahí adentro causándole la muerte. ¿Estás feliz con lo que causante? - nunca había visto a Matías tan enojado.

- ¿Cómo está ella?

- Tú, ¿cómo crees que está? La tuve que dar un sedante para que pudiera dormir porque el dolor ni la deja respirar - no sé por qué mierdas empiezo a sentir algo de culpa ya que yo fui quien la golpeó hasta dejarla en ese estado.

- Ella se lo buscó.

- No puedo creer que digas eso - Matías me cuelga y me estoy debatiendo en irme ya o quedarme.

- Oh, a la m****a - tomo el teléfono.

- Alexis, necesito el jet en una hora.

- Claro, señor - a la hora tomo el jet, y cuando llego a casa, veo que todo está apagado, pero cuando subo, me llevo una gran sorpresa: Mia está dormida, pero veo como Matías está tocando su abdomen desnudo.

- ¡No toques a mi mujer! - lo tomo del brazo y lo tiro con fuerza.

- ¿Qué mierdas te pasa? ¡Le estaba colocando la crema que el médico me envió para quitarle ese golpe que tu bestia le hiciste! - veo hacia donde está Mia y al ver ese golpe tan grande que tiene, un nudo en mi garganta se forma.

- Dios mío - me siento a su lado y tapo mi cara.

- Dale esto con cuidado ya que ella alcanza a sentir dolor si la tocas muy duro. Yo me voy - está enojado.

- Matías, yo... lo siento, no quería hacerte eso.

- A mí no me tienes que pedir perdón, Paolo. Es a ella a quien golpeaste hasta casi matarla - este sale y me deja con mi ángel. Coloco la crema con cuidado, escuchando como se queja pero sigue dormida. Observo mejor su cuerpo y veo que está más delgada, cosa que me preocupa ya que siempre se come toda su comida. ¿Pero y si está enferma? Dios no, ella estará bien. Acaricio su mejilla y le deposito un beso en sus labios carnosos. Me quito la ropa y me acuesto a su lado abrazándola, intentando no lastimarla.

- Cuidaré de ti, mi ángel.

¡Vamos, que la historia sigue!

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