Capitulo 3

Paolo Lombardi

Corro hacia la ventana esperando ver lo peor, pero no fue así. Veo cómo se levanta con algo de dificultad, mientras comienza a correr, aunque parece haberse lastimado un pie, pero sigue corriendo.

- ¡Ve por ella! - le doy la orden a Matías y este asiente.

A los 20 minutos, entra Matías sosteniendo a Mia. Todo mi cuerpo está tenso y lo único que quiero es darle una buena lección. Matías se acerca y me dice:

- Ten cuidado, está lastimada.

- Yo no la mandé a saltar de una ventana - me acerco a ella y la tomo fuerte del brazo, ella suelta un grito de dolor.

- ¿¡QUÉ MIERDAS PASA POR TU CABEZA!? - le doy un empujón y cae al suelo.

- ¡DIME! - le doy una patada y veo cómo el aire se le escapa.

- Paolo, cálmate, está lastimada - habla Matías preocupado.

- ¡NO TE METAS! - tengo mucha furia, la pequeña me las pagará. La tomo del brazo y la arrastro mientras escucho sus gritos de dolor.

- Basta, me lastimas - dice ella con un hilo de voz.

- ME VALE M****A, TÚ TE LO BUSCASTE - la llevo al calabozo, le quito la ropa y la dejo solo en ropa interior. Tomo sus manos con una cadena y la empiezo a subir hasta que ya no sienta el piso.

- Te demostraré que conmigo nadie juega - me quito el cinturón y veo miedo en su rostro, eso me hace sentir poderoso.

- No lo hagas, por favor, prometo portarme bien - dice con lágrimas en los ojos.

- Tarde, muy tarde, mi querida Mia - suelto el primer golpe y ella intenta gritar, pero no lo hace. Le doy el segundo y tampoco, así que me desespero y le pego más fuerte. Después de 20 azotes, quedo satisfecho y veo cómo tiembla.

- Aquí te quedarás toda la noche - tomo su ropa y la dejo ahí colgada.

- Amigo, sácala de ahí, no está bien lo que hiciste.

- Matías, no te metas, yo veré cómo la trato.

- Es una chica muy hermosa - miro a Matías con ira.

- Ni se te ocurra - lo tomo del cuello y él sonríe.

- Tranquilo, Paolo, toda tuya.

Me levanto a las 3 am por una horrible pesadilla en la que Mia estaba muerta. No sé por qué, pero corro hacia el calabozo para ver que todo esté en orden y al entrar puedo notar el demonio que soy. Ya tenía un pie bastante hinchado, los brazos los tenía morados y su abdomen estaba rojo con algunas cortaduras por donde salía sangre, al igual que su espalda.

Ella tiene los ojos completamente cerrados y se ve muy quieta para estar en esa posición tan incómoda. Rápidamente corro hacia ella y la suelto de las cadenas, sosteniéndola en mis brazos. Salgo del lugar, pero me paro en seco al ver llegar a Matías a esta hora.

- ¿Qué haces aquí a esta hora? - Matías mira con horror a Mia.

- ¿Eso se lo hiciste tú? - dice señalando sus marcas, pero yo no respondo.

- Llama a un médico ahora - la subo a la habitación y espero a que llegue el médico.

En 10 minutos llega el médico y queda sorprendido por el estado de la paciente, cura sus heridas y coloca una venda en su pie y su brazo lo inmovilizan porque se lo desencajó. De solo pensar en el dolor que debió sentir estando atada, me siento al lado de ella y tomo su mano sintiéndome como una m****a.

- Me pasé, Matías - digo en un susurro.

- ¿Crees que me perdone?

- No lo sé, amigo, es que mira cómo la dejaste, por poco la matas.

- Es que ella... Dios - toco mi cabeza frustrado. - No lo volveré a hacer, la cuidaré, no la volveré a lastimar.

A la mañana siguiente, voy a la cocina para preparar el desayuno de Mia y cuando subo escucho quejidos que me hacen entrar de golpe. Me sorprendo al verla arrastrarse por el suelo hacia la ventana.

- ¡No! - la sostengo, la cargo, pero al hacerlo suelta un grito de dolor.

- ¿Piensas volver a saltar? ¡Estás loca!

- Déjame - dice en un susurro.

- Te traje algo de comer para que te tomes tus pastillas.

- ¿Por qué no me matas mejor? - la coloco en la cama y acaricio su cara.

- Eso no lo pienso hacer.

- ¡Maldita sea, Mia! - le doy una cachetada, pero ella se ríe desquiciada.

- Eso dale, pégame maldito, así me das motivos para odiarte - cuando dice eso, mi rabia se baja automáticamente.

- Lo siento, yo...

- ¡¡Largo!! - señala la puerta.

- Está bien, te dejaré, pero entiéndelo, Mia, tú eres mía, completamente mía.

- Vete al mismísimo infierno - cierro la puerta de golpe y voy a mi despacho.

- ¡Daniel! - entra Daniel a mi despacho.

- Dígame, señor.

- Coloca rejas en la ventana de la señorita Mia - este asiente y se va.

- ¿Cómo sigue la pequeña? - entra Matías.

- Trató de escaparse otra vez.

- Es perseverante.

- ¡No me obedece! Ni le importa si le pego.

- Lo que quieres es que ella te implore y se doblegue a ti, pero por lo que vi, nunca lo va a hacer.

- No sabes cómo odio eso.

Subo a la habitación y la veo sentada cerca de la ventana que ahora tiene rejas. Se le ve cansada y con sus ojos tristes.

- Gracias por terminar de quitarme mi libertad - dice con ironía. - Sí, como sea. ¿Cómo te llamas? - Me sorprendió ese cambio.

- Paolo Lombardi - Le sonrió y ella me da una media sonrisa.

- ¿Cuántos años tienes? - Ahora el que pregunta soy yo.

- 19 ¿Y tú?

- 27 - Es muy joven, pero no importa, es todo mía.

- ¡Genial! Un viejo me obliga a tener relaciones sexuales con él. - Ese comentario no era necesario.

- Pues este viejo te puede hacer gozar si te dejaras.

- Tú no me mueves ni un pelo. Es más, me das asco. - Mi rabia crece y, para no cometer una locura, salgo de ahí dando un portazo a la puerta.

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