Capitulo 2

Mia Johnson

Cuando ese hombre se quedó observándome, sentí cómo todo mi cuerpo se electrizaba. Su mirada me penetraba por completo, pero no dejé que me viera asustada. Al contrario, mostré valentía y me sentí orgullosa por eso. El hombre se retiró y vi cómo uno de sus hombres me tomaba del brazo.

- Acompáñeme.

- ¿A dónde me llevan? - dije intentando zafarme.

- Ya lo verás, ahora coopera. - Me metieron en un auto sin dejarme tapar a cada rato. Observé las miradas de esos hombres, pero ninguno hizo nada. Después de 15 minutos, llegamos a una casa enorme custodiada por varios hombres con armas.

- Vamos, el jefe espera. - Me bajaron y caminé como pude bajo la mirada de todos esos hombres hasta que entré al despacho y el hombre, al verme, sus ojos se pusieron rojos.

- ¿¡No la taparon!? - Sacó su saco y me lo colocó encima, cosa que agradecí.

- De ahora en adelante, nadie la puede tocar o mirar de una manera incorrecta porque ella es mía, de mi propiedad. - Abrí mis ojos como platos al escuchar sus palabras.

- Déjenos. - Ordenó y los hombres se fueron.

- Al fin solos, preciosa. - Se acercó peligrosamente a mí y yo, por instinto, retrocedí.

- ¡No! - Este me tomó con fuerza del brazo y me dejó inmovilizada contra la pared.

- ¡No te alejes de mí!

- Por favor, déjame ir. - Este se rió.

- Eso no pasará, ahora eres mía, toda mía. - Comenzó a besarme de una manera bastante brusca, mientras con su mano apretaba mi trasero y luego mis pechos.

- Eres hermosa. - Temblé pensando en lo que ese hombre me iba a hacer. - Vamos a la habitación. - No me moví, no era capaz de reaccionar. Este tomó mi brazo y me sacó arrastras del lugar.

Al llegar a la habitación, este me tumbó en la cama y sentí mi cabeza ir a mil cuando comenzó a besarme por todo el cuerpo.

- Vas a ser el mejor juguete de todos. - Quitó mi corpiño y es ahí cuando reaccioné.

- ¡NO, SUÉLTAME IMBÉCIL! - Di golpes a su pecho, pero lo que recibí fue una cachetada que me dejó algo aturdida.

- ¡Eres mía! - Bajó mis bragas de un tirón. Justo en ese momento, recordé las palabras de mi amiga Lucy.

"Si alguna vez te van a violar, es mejor que te quedes quieta y no digas nada, solo espera a que termine porque si te resistes, será peor."

Tragué todas las emociones que sentía y me quedé quieta.

- Eres una obra de arte. - Susurró en mi oído, mientras sentía cómo me penetraba. Mi feminidad comenzó a doler por la forma tan brusca como lo hacía, pero no emití ningún sonido, ni hice ningún movimiento. Solo esperé a que terminara.

- ¿Por qué no te mueves? ¿Por qué no gritas de placer? - Este me gritaba moviéndose más, pero lo único que hice fue apartar mi mirada y dejar que una lágrima saliera de mi rostro. Este se desesperó y salió de mí.

- ¡Jodida m****a! ¡No traje a una puta muñeca que no se mueva, traje a una puta humana, así que haz algo! - No hice nada, seguí callada. Entonces, él salió, dejándome ahí desnuda y adolorida, pero me alegré porque él no pudo terminar.

Paolo Lombardi

Estoy cabreado, furioso. No quiero a una puta muñeca, quiero una humana que se mueva y gima mi nombre cada vez que la follo. Pero al parecer, a la señorita se le dio por resignarse quedándose quieta como una puta estatua, haciendo que mi excitación desapareciera.

- ¡Daniel! - Grité y apareció mi mano derecha.

- Llama a Elena, dile que venga ya.

A la hora, estoy más relajado, después de sacar mi bronca con Elena, ya lo que quiero es subir y ver cómo está mi angelito.

Subo a su cuarto y veo que no está en su cama, pero escucho unos sollozos provenientes del baño, así que abro la puerta y la veo de espaldas, frotándose la piel que ya está bastante roja.

- Basta, te vas a lastimar, ángel. - Le quito la esponja, pero esta no me mira, lo que comienza a desesperarme. La tomo del mentón y hago que me mire.

- ¡Mírame cuando te hablo! - Sus ojos están tristes y algo apagados.

- Ven, vamos a meternos a la cama. - Ella abre los ojos como platos.

- ¿Dormiré con usted? - Dice con voz temblorosa.

- Sí, ahora eres mía, debe ser así.

La saco y veo su cuerpo desnudo, pero no decido intentar nada. Se ve cansada... Oh vamos Paolo, ¿y a ti desde cuándo te importa si está cansada? La tumbo en la cama y me posiciono encima de ella. Esta respira entrecortadamente y cuando estoy por entrar, ella dice:

- Que sea rápido.

Entro como una bestia viendo su mueca de dolor en su rostro. De seguro fui brusco, pero a la m****a, se siente bien estar así. La penetro con fuerza, pero vuelvo a sentir que estoy con una puta muñeca. Toco sus pechos, su clítoris y nada, ni un puto sonido. ¿Es que no le parezco atractivo o qué?

El clímax me llega y caigo rendido al lado suyo.

- Sé que ahora no me correspondes, pero más adelante me pedirás más. - Ella se da la vuelta dándome la espalda y yo la tomo, pegando su espalda desnuda a mi pecho.

A la mañana siguiente, escucho cómo alguien vomita y al tocar la parte de la chica, no está. Me levanto como un rayo y ahí la veo, sentada pegada al sanitario, diciendo:

- Solo es estrés, cálmate, Mía - así que se llama Mía.

- ¿Preciosa, estás bien? - me acerco a ella, que luce pálida.

- Sí, estoy bien - intenta pasar por mi lado, pero no la dejo.

- ¿Mi beso?

- Acabo de vomitar.

- Ya vi cuando te lavaste los dientes - la tomo de la cintura y la beso, pero vuelve y juega, no me corresponde.

- ¡BÉSAME! Bésame ahora - ella se niega, así que la rabia me consume y le doy una fuerte cachetada que la hace caer al suelo. La vuelvo a parar y la miro.

- ¿¡Ahora sí me vas a besar!? - ella me mira con odio, pero no llora, solo se acerca y me besa. Meto mi lengua en su boca y siento la gloria, pero sé que lo hace por obligación.

- Ves que sí puedes obedecer - ella se va a la cama y vuelve a acostarse dándome la espalda.

- Te traeré ropa, adiós, preciosa - salgo, pero antes escucho un "te odio" que, la verdad, no me gustó en absoluto.

- Hey, amigo - entra Matías, mi otra mano derecha y mejor amigo.

- ¿Qué cuentas, Matías?

- Te quería invitar a una fiesta, habrá alcohol y sexo, mucho sexo - me río.

- Gracias, amigo, pero aquí tengo algo mejor que eso - me imagino a mi preciosa Mía desnuda en mi cama.

- ¿Cómo que amigo? - en eso se escucha el ruido de una ventana quebrarse, el ruido me alarma de inmediato. Subo a la habitación de Mía corriendo, al abrir la puerta la veo a punto de saltar.

- Mía, no vayas a saltar, eso está muy alto - digo preocupado, si salta se podría romper algo o en el peor de los casos, morir. En eso aparece mi amigo, que también mira la escena horrorizado.

- Preciosa, no hagas eso, ven - le habla Matías, pero ella me ve y me sonríe.

- Antes muerta que contigo - sin que yo me lo espere, ella salta.

- ¡¡No!!

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