Larissa se encargó del trámite para cremar los restos de Damiana y luego llevó sus cenizas hasta la capilla donde estaba la tumba de su madre
—Ay, Damiana, ojalá hubiese podido hacer algo por ti, pero, tú decidiste vivir tu vida, espero que descanses y encuentre tu paz del otro lado, adiós, hermana.
Larissa volvió al hospital, el doctor le dijo que Archi estaba mejorando y que en una semana, si seguía con ese ritmo de recuperación, podría ser viable que pasara a una habitación estable. Para Larissa fue como sentir una esperanza en su interior.
Fue a verlo y Archi tenía un mejor semblante.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor, mi señorita, y si tú estás aquí, estoy bien.
Ella sonrió
—Te amo, pronto, cuando salgas de aquí, nos casaremos, seremos más felices.
Él sonrió
—Ahora debo comprar un nuevo anillo, ya verás, haremos la mejor familia para nuestro bebé.
La puerta se abrió y Doria estaba ahí. Los ojos de Archi se llenaron de rabia al verla.
—Hijo.
—Vete, no quiero verte, no quiero ve