La vibración del celular aún parecía resonar en el aire cuando Oliver levantó la vista. Su expresión cambió. Donde antes había confusión, ahora había algo más. Un escalofrío, una sospecha que comenzaba a tomar forma y lo ahogaba lentamente desde dentro.
El mensaje de Fabricio era claro, corto y brutal. «En efecto, ese accidente no fue un accidente».
Valeska entrecerró los ojos al notar el temblor en sus manos, el leve retroceso de su respiración, como si acabara de entender algo que no quería aceptar. Él se quedó inmóvil un instante más, casi como si sus dedos aún sostuvieran el filo del cuchillo que le acababan de clavar al alma.
Fabricio había salido a investigar y, mientras tanto, Goran, firme como una estatua, acariciaba distraídamente la cabeza de Adrián, que dormía profundamente ajeno a la tormenta que se gestaba a su alrededor. El silencio era espeso, pegajoso, como si de pronto todo el aire del cuarto estuviera hecho de una sustancia que costaba tragar.
Oliver no dijo nada. Ap