Los días transcurrieron en una mezcla de emoción, ansiedad y un torbellino de preparativos. Lisandro, quien era fiel a su estilo meticuloso, supervisaba cada detalle de la boda con una precisión impecable.
No era un hombre que dejara nada al azar, y mucho menos cuando se trataba de algo tan importante como su unión con Valeska. Quería que todo fuera perfecto, no solo porque era un evento mediático, sino porque, por primera vez en su vida, sentía que estaba construyendo algo real, algo que no se basaba en el poder ni en la venganza, sino en el amor y la familia.
Mientras él manejaba los arreglos desde su oficina, Valeska tenía su propio pendiente: el vestido de novia.
—¿Lista? —preguntó Oliver con una sonrisa serena y medianamente paternal cuando ella salió de la habitación con una mezcla de emoción y nervios.
Aunque ese no era su primer matrimonio, no implicaba que no estuviera hecha un manojo de nervios por la decisión tan importante que había tomado, más aún, cuando el pequeño Adriá