Las paredes blancas del hospital reflejaban la luz del sol que se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y tranquilo en la habitación de Rosmery. A pesar de la frialdad habitual de aquellos pasillos y de la esterilidad del entorno, ese pequeño cuarto parecía haber sido tocado por una calidez especial. Tal vez era por la risa contenida de Valeska, por la emoción en los ojos de su madre, o simplemente por la presencia del bebé que dormía con absoluta paz en los brazos de su madre, sin sospechar que su mera existencia podía transformar el mundo de los adultos a su alrededor.
Valeska se sentó junto a la cama de su madre, con Adrián envuelto en una manta suave y acolchada. Acariciaba su espalda con movimientos circulares, una costumbre que había adquirido casi sin darse cuenta desde el nacimiento de su hijo. Adrián estaba relajado, su diminuta boca entreabierta mientras exhalaba un aliento cálido y pausado. Aún no abría bien los ojos, aún no entendía nada de lo que p