Daniel terminó la llamada y comunicó la noticia a los otros dos.
En ese momento, un nuevo trueno retumbó en el cielo. El viento, cargado de humedad, sopló con fuerza. Lucía frunció el ceño: —Parece que va a llover otra vez.
—Hay un pabellón cuadrado adelante donde podemos refugiarnos —Jorge miró a su alrededor y descubrió un pequeño quiosco de descanso no muy lejos.
Lucía asintió.
No había alternativa; hasta que abrieran la puerta, solo podían esperar el rescate allí mismo.
Jorge la llevó al pabellón a cuestas.
Lucía le dio unas palmaditas en el hombro: —Puedes bajarme ya.
Jorge la depositó con sumo cuidado mientras Daniel permanecía atento a su lado, listo para sostenerla en caso de caída.
Afortunadamente, Lucía solo tenía herido un pie; el otro aún podía mantenerla estable.
Con la ayuda de ambos, saltando sobre un pie, llegó hasta el banco largo del pabellón y se sentó.
Daniel abrió la cremallera de su mochila y sacó el termo: —Todavía queda agua caliente, bebe un poco más.
Lucía beb