La cara de asombro de Lucía tenía toda la razón de ser.
Y es que, para empezar, Daniel siempre andaba metido en el laboratorio a esa hora, tan ocupado que era rarísimo verlo en cualquier otro lugar.
Pero ahí estaba, jugando ajedrez con su padre Sergio, y para colmo tenían abierto ese famoso "diario calendario" que tanto mencionaban.
Los dos parecían dos viejos amigos que recién se encontraban, charlando como si se conocieran de toda la vida.
—¡Luci! Ya llegaste —dijo Sergio al oír la puerta.
La mirada de Daniel siguió a la de Sergio, encontrándose de frente con la de Lucía.
—¿Te sorprende tanto verme aquí? —sonrió él al notar su expresión.
—Profesor... ¿qué hace por acá? —preguntó Lucía mientras se ponía sus pantuflas.
Sergio se apresuró a responder antes que Daniel:
—Me lo encontré esta mañana en la escalera cuando salía con tu mamá, y lo invité a pasar un rato...
Y vaya que había sido todo un descubrimiento.
Sergio no podía creer que Daniel tuviera tema de conversación para todo lo q