Mercedes, viendo cómo despreciaba la sopa que había pasado toda la mañana preparando, sintió que le palpitaba la sien:
—Es sopa de pata con soja. Es buena para el bebé.
—¿Es buena para el bebé pero no importa la madre? ¿No ve esa capa gruesa de grasa flotando? Me da náuseas solo verla, ¿cómo espera que me la tome?
Mercedes respiró profundo:
—¿Entonces qué quieres?
—¿Cómo puede ser tan tonta? ¿Tengo que explicarle algo tan simple? ¿No sabe quitar la grasa de la superficie? Con su nivel de inteligencia, me pregunto cómo ha sobrevivido hasta ahora...
Sus palabras eran venenosas y crueles, sin el menor respeto.
Mercedes, que nunca había sido tratada así, se levantó furiosa, a punto de estallar:
—¿A quién llamas tonta? ¡Sofía, no te pases!
Si hubiera prestado atención, habría notado que el tono y las palabras de Sofía eran casi idénticos a los que ella misma había usado antes para insultarla.
En efecto, Sofía se estaba vengando.
Ahora que llevaba cincuenta millones en su vientre, aunque no