Daniel se ajustó las gafas:
—La física nunca avanza de golpe. Tiene su propio ritmo y camino, no es algo que se pueda cambiar porque tú lo digas.
El encargado se encogió de hombros:
—Solo era una sugerencia...
Se separaron de mal humor. Daniel se dio la vuelta y vio a Lucía saludándolo con una sonrisa:
—Tanto tiempo sin vernos, vecino.
Mientras caminaban juntos a casa, Lucía evitó mencionar lo ocurrido y charló de temas triviales.
—Gracias por tu ayuda el otro día. He estado resolviendo los ejercicios sin problemas.
Daniel le restó importancia:
—Es que eres muy inteligente. ¿Has visto a la profesora estos días?
Lucía caminaba con las manos en la espalda, mirando el suelo:
—No, solo hablamos por teléfono. Se está recuperando bien y en un par de días volverá a la universidad.
Daniel asintió:
—Me alegro. La profesora siempre ha sido muy responsable con sus clases. Seguro que ya está ansiosa por volver.
Estaba oscureciendo. Un ciclista pasó tambaleándose en su bicicleta.
Lucía pisó u