A Paula le encantaban los mariscos, así que pidió un ceviche mixto y unos camarones al ajillo.
Lucía prefería la comida caliente, por lo que optó por un fideo y un tamal. El fideo estaba bien, pero lo mejor eran los ingredientes frescos.
Paula notó que Lucía comía sin mucho entusiasmo y decidió provocarla un poco:
—Este ceviche está delicioso, ¿segura que no quieres probarlo? Podrías descubrir un nuevo mundo de sabores.
Lucía declinó amablemente:
—Sabes que no puedo con la comida cruda, me da cosa. Mejor me quedo con mi fideo.
—Después de tanto tiempo, sigues igual de terca—, bromeó Paula.
Desde que conoció a Paula, Lucía se dio cuenta de que era muy apasionada con las cosas que le gustaban, y lo mismo pasaba con las que detestaba.
—Por cierto, hace días que no voy al spa. Mira cómo tengo las manos de descuidadas—, se quejó Paula. Luego suspiró y continuó:
—Todo por culpa de mi papá, que no deja de insistir con las citas a ciegas. Y mi mamá, en vez de defenderme, lo apoya.
—Como si