Lucía recordó que la Avenida Cartagena estaba cerca de la empresa de Paula. Su corazón se le subió a la garganta, casi ahogándola.
El taxista cumplió su palabra. Un trayecto que normalmente tomaba media hora lo redujo a la mitad.
Apenas Lucía bajó del taxi, antes de entrar al hospital, escuchó las sirenas de una ambulancia.
—¡Rápido! Es la segunda oleada de heridos del accidente en la Avenida Cartagena, directo a emergencias—
A Lucía se le heló la espalda al ver a los pacientes inconscientes y ensangrentados que bajaban de la ambulancia. Apresuró el paso hacia el interior.
Al encontrar a la enfermera en recepción, preguntó por Paula.
—¿Es familiar?
—Sí, me llamaron.
—Usted... —la enfermera hizo una pausa, con una mirada de pesar— puede pasar a verla.
El corazón de Lucía se hundió hasta el fondo.
Conteniendo el temblor de su mano derecha, respiró profundo y giró el picaporte. Al siguiente instante, vio un cuerpo cubierto con una sábana blanca en la camilla.
Sus piernas flaquearon y casi