Mundo ficciónIniciar sesión—¿Cómo amaneciste, hijo? —Lidia se acercó a Sebastián y con cuidado le acarició la frente y la mejilla— Debes estar tranquilo, sabes que alterarte te hace más daño y ayer nos diste un susto tremendo.
Sebastián dejó caer una lágrima. No podía hablar. El choque no fue lo que provocó su estado, sino, el ver a su padre en el espejo retrovisor. Cerró los ojos, pensando en aquel momento. No podía contarle a nadie lo que sucedió, porque físicamente estaba impedido y si lo contaba, seguramente lo tacharían de loco. Aquel día necesitaba hablar con alguien y en ese momento, la única persona en la que podría confiar era en Diego, le llevaba algunos años y por mucho tiempo había sido su confidente y consejero. Y era cierto que le había ocultado que David era homosexual, por petición de David y Nicol&aacut







