2 Humillada

Cuando abrió los ojos seguía tendida en el suelo, la boca le ardía y la cabeza le daba vueltas, era como si la hubieran molido a palos, no sabía que le dolía más, si el corazón o los golpes.

Intentó incorporarse pero fue inútil, su tobillo torcido y el golpe en la cabeza habían sido demasiado.

— Ya abrió los ojos Don Giorgio — Ella escuchó a alguien decir — ¿Qué quiere que hagamos con ella?

Solo se escuchaba el sonido de las respiraciones agitadas de todos esperando a que el viejo decidiera.

— Francesco será quien lo haga — Y levantando la mirada hacia su hijo le ordenó: — ¡Anda! Sácala fuera y déjala que pase la noche con los perros, ¡Eso es lo que se merece esta infanticida! Mañana que se la lleve la policía, no la denunciaré esta noche, eso sería demasiado cortés con ella y no lo merece, ¡Que sufra por lo que hizo!

— Como usted diga papá — Francesco ni siquiera lo dudó, estaba lleno de rabia, la pensaba culpable de la muerte del no nato.

Tomó a su esposa por el brazo y la levantó en vilo, obligándola a caminar con el tobillo lastimado dándole empujones hasta llevarla fuera.

Ella seguía sollozando e implorando piedad a su esposo, seguramente él le creería.

— ¡No lo hice amor, tienes que creerme! Te lo ruego, no me hagas esto, Francesco ¡Te amo! No lo hagas…

— Te quedarás ahí fuera lo que queda de la noche, y mañana llamaré a la policía, seguramente pasarás el resto de tu vida encerrada, así que disfruta del espacio allá afuera porque será la última vez que estarás en un lugar así… me has decepcionado Allegra, ¡Pensé que tenías un espíritu noble pero me equivoqué!

Le dijo con la mirada helada empujándola hacia fuera y cerrando las puertas tras de ella.

Allegra se dejó caer recostada contra la pared hasta sentarse en el suelo. A lo lejos se escucharon los truenos que avisaban que una lluvia torrencial se avecinaba. El viento frío la golpeó con fuerza y debió abrazarse a sí misma para mantener algo de calor.

La lluvia caía a cántaros y ella solo estaba vestida con una sencilla bata de seda, comenzó a toser incontrolablemente, el frío estaba haciendo que esa vieja afección respiratoria se activara.

Estaba expuesta a una de sus crisis de asma, hacía más de un año que no las sufría, pero el estrés y las bajas temperaturas eran ingredientes suficientes para un ataque.

Trató de pensar en donde estaba su inhalador… ¡En su bolso, arriba en el armario!, no podría llegar hasta él, tendría que ser fuerte y hacer ejercicios de respiración si quería evitar desmayarse.

Allegra temblaba de frío e inspiraba hondo, lo más hondo que podía, así soportó con enorme dificultad hasta que los rayos del alba aparecieron sobre el horizonte Toscano.

« Ya está amaneciendo, tengo que entrar y tratar de llamar a alguien que venga a buscarme, no me quedaré aquí para que me encierren por algo que no hice », Pensó para sus adentros.

Se incorporó pesadamente e hizo el intento de caminar, pero su pie lucía inflamado y amoratado, seguramente tenía una seria lesión.

Siguió apoyada de la pared buscando la entrada de servicio, la propiedad era enorme, así que tuvo que rodearla tratando de no ser vista por el personal de seguridad.

Sin embargo, el vigilante del portón principal que había hecho el turno nocturno y no se iba hasta medio día, la había visto toda la noche desde las cámaras.

Allegra logró evadir los obstáculos y subir hasta su habitación, empujó la puerta con cuidado, pero su esposo no estaba allí, seguramente había dormido en otra parte, agradeció al cielo que fuera así y se apresuró a vestirse con ropa deportiva y cómoda, tomó algo de ropa y la metió en un bolso, sus documentos y llamó desde el teléfono fijo de la habitación a su mejor amiga.

 El pib, pib, pib, constante del teléfono, le ponía los pelos de punta, Arianna no contestaba.

— ¡Por favor, por favor amiga, contesta! — Rogó.

— ¿Bueno?

— ¡Arianna soy yo! Allegra, ¡No tengo tiempo de explicarte nada, solo escucha!

— ¿Allegra? ¿Qué te pasa? Estás muy alterada.

— Me han inculpado de homicidio, te juro que no he hecho nada, me conoces…

— ¡Claro que no!, ¡No serías capaz de matar ni a una mosca! ¿Qué estupidez es esa?

— ¡Van a encerrarme! Amiga solo te tengo a ti… — Y la voz se le quebró en mil pedazos.

— ¿Dónde estás Allegra? Iré por ti.

— En la mansión, pero tengo que huir, ¿Puedes buscarme?

— ¡Por supuesto! Espérame en la entrada, ¡Voy volando!

Allegra colgó y de inmediato abrió la puerta con sigilo, miró hacia los lados, el pasillo estaba solo, se apresuró como pudo a salir hasta la carretera que daba a la salida de la propiedad y recorrió todo el camino cojeando y aguantando el intenso dolor en el tobillo así como la presión en su pecho.

Sentía asfixia, como si su corazón fuera a estallar en mil pedazos, ni siquiera había podido aspirar un puf de su inhalador de asmática para soportar la huida.

Al acercarse al portón de hierro forjado, el auto de Arianna estaba detenido en la entrada esperándola, Allegra hizo un último esfuerzo en llegar y cuando ya estaba a unos cuantos metros, Francesco apareció tras ella dando voces y gritando su nombre a todo pulmón.

— ¡Allegra! ¡Allegra, detente! — La joven apenas lo vio venir, apretó el paso aunque sentía que su tobillo iba a doblarse en dos — ¡Deténgala, cierre el portón, no la deje salir!

El guardia miró a uno y otro alternantemente y vio la angustia en los ojos de la chica, qué desesperada le rogó que no la detuviera, él ya había visto bastante de su sufrimiento en las cámaras del jardín toda la noche, recordó que pensó que Don Giorgio debía ser un hombre terrible para exponer a una joven tan dulce como la señora Allegra a semejante situación.

Se hizo el desentendido, como si no hubiera comprendido la orden de Francesco y solo puso el portón en movimiento cuando ella cruzó, así su esposo no pudo alcanzarla.

La joven apenas logró abordar el vehículo cuando se desplomó en el asiento trasero, Luca cerró la puerta y Arianna puso el auto en movimiento derrapando con las yantas sobre el pavimento, dejando marcada una media luna negra, mientras Allegra buscaba desesperadamente su inhalador.

— ¡Te dije que no la dejaras ir! — Ladró Francesco al guardia de seguridad de la mansión — ¿Cómo pudiste?

— Señor Francesco, no le escuchaba lo que me decía, pensé que la señora iba tarde a algún compromiso, y luego, cuando usted estuvo más cerca, me di cuenta de que quería que cerrara el portón, por eso reaccioné tarde y ella ya había cruzado al otro lado.

El hombre se disculpó haciéndose el inocente. Francesco estaba que se lo llevaban los mil diablos, pateó con fuerza el portón, la ira se había adueñado de él por completo. Regresó sobre sus pasos, hecho una furia y notó que desde el jardín algo brillaba entre las plantas, cerca de la piscina.

Se inclinó para constatar que era el teléfono móvil de su esposa, el que se le había caído la noche anterior, y de inmediato revisó en su buzón de mensajes, encontrando que el último mensaje que había enviado era para su exnovio, Luca Ferrini.

“Gracias Luc, ¡Siempre eres un sol!”, leyó en voz alta mientras se atragantaba con la última palabra… “Sol”, Luca era un sol en la vida de Allegra, entonces, ¿Qué era él?

Si Francesco había estado furioso, ahora lo estaba más.

— ¡Esa m*****a me estaba engañando! — Bufó a los cuatro vientos confundiendo las cosas — ¡Mató a mi sobrino y también me puso los cuernos!, pero se acordará de mí… esto no se quedará así, ¡Juró por todo lo que es sagrado que lo pagará muy caro!

Y acto seguido lanzó el móvil al suelo volviéndolo pedazos.

Arianna condujo lo más rápido que pudo hasta su lujoso apartamento mientras Luca intentaba calmar a su amiga.

— Cálmate Allegra, mírame, debes tranquilizarte, ya estás a salvo.

— No lo consigo Luca, no lo consigo — Decía desesperada, pero Luca no entendió a lo que se refería hasta que la vio ponerse morada y comenzar a ahogarse.

— Mi inhalador… — Apenas logró articular antes de desvanecerse.

— Arianna, ¡Corre, ve a un hospital, se está asfixiando! — Gritó cuando la chica se desmayó en sus brazos.

— ¿Qué sucede allá atrás?

— Conduce, ¡Busca un hospital, acaba de desmayarse, es su asma!

Luca recostaba la cabeza de Allegra sobre sus rodillas intentando hacerla reaccionar mientras Arianna buscaba la ruta más corta hacia el hospital más cercano.

El sonido del televisor la despertó, Luca estaba dormido en el sillón junto a su cama de hospital y Arianna estaba junto a él, a la rubia le pareció que hacían una hermosa pareja.

Sintió nostalgia, ella habría querido para sí, una relación así con Francesco, cuando se casó con él lo hizo muy ilusionada y enamorada, pensó que su vida sería un camino de rosas, pero nunca pensó en las espinas.

Quiso ponerse en pie, pero tenía el macro gotero en su brazo, así que debió hacer maromas con la bolsa del suero para poder levantarse sin hacer mucho ruido para ir al baño.

— Buenos días, amiga — Escuchó la voz de Arianna del otro lado de la puerta — ¿Cómo te sientes?

— ¿Arianna? Estoy mejor, dame un minuto, ya casi estoy lista.

— Te dejé ropa sobre la cama, Luca y yo iremos por un café, ¿Quieres uno?

— ¡Si, por favor!, ya salgo.

— Ok, venimos en un momento, no tardaremos.

Abrió la puerta y tomó la ropa, pero cuando iba a vestirse escucho las noticias en la televisión:

— Esposa del famoso empresario Francesco Romano, es acusada de homicidio a bebé no nato, e intento de homicidio a su cuñada Ginevra, viuda de Romano…

La periodista narraba las noticias con tanta naturalidad que a Allegra le dieron náuseas de inmediato.

— La policía sigue el curso de las investigaciones, y se espera dar con su ubicación en las próximas horas, testigos afirman que la vieron huir junto a su exnovio Luca Ferrini, con quien se cree que engañaba a su esposo, la familia Romano ofrece cuantiosa recompensa a quien pueda brindar información fehaciente sobre el paradero de Allegra Rici de Romano.

Allegra se llevó las manos a la boca, pero ni siquiera tuvo tiempo de lamentarse porque un par de enfermeras que veían la televisión desde el pasillo próximo, entraron a la habitación para buscarla, Allegra ya se había escondido de nuevo en el baño y se cambiaba de ropa apresuradamente con el corazón en la mano mientras las mujeres murmuraban afuera.

— ¡Es ella, estoy segura!

— ¡Debemos dar aviso a la policía!

— ¡No! — Le increpó la otra — a la familia Romano, ellos están ofreciendo una recompensa, son demasiado ricos, no perdamos tiempo, vamos a buscarla, ¡Ha de estar por ahí, todavía no le dan el alta!

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