Acusada sin piedad
Acusada sin piedad
Por: Alexa Writer
1 Acusada

— ¡Salud! ¡Salud! — Se escuchó el coro de voces al unísono acompañado del sonido de las copas al chocar.

La familia en pleno se encontraba en el gran salón de fiestas de la mansión Toscana de los Romano, con la presencia de una selecta compañía de amigos íntimos muy poderosos para celebrar el sexagésimo quinto cumpleaños del patriarca de la familia.

¡Salute e congratulazioni! — Alguien se acercó al cumpleañero para alabarlo — ¡Que la buena fortuna te siga sonriendo amigo Giorgio!

Allegra se sintió un poco abrumada, había estado trabajando todo el día con la decoradora y la planeadora de fiestas en cada detalle para que la celebración en honor de su suegro saliera impecable, digna del cumpleaños de un hombre tan importante y poderoso como él.

Desde su matrimonio con Francesco Romano, Allegra había hecho todo lo posible por ganarse a la familia, hacía poco tiempo que formaba parte de ella, apenas un año, pero todavía le era difícil congraciarse con algunos de los miembros de la familia.

Apuró el trago que tenía en su copa e inspiró profundamente.

— Cariño, voy a tomar aire al jardín, ¿Me acompañas?

Le dijo a Francesco pasando su mano por el hombro de su esposo en un gesto cariñoso.

— Ahora no Allegra, debo estar aquí con mi padre, además, hay algunos amigos importantes con los que me interesa conversar de cosas de hombres… ve tú.

Francesco parecía estar imbuido en la celebración y no prestó la menor atención a la petición de su mujer.

Allegra bajó la mirada, estaba decepcionada, había pensado que tal vez podrían tener un momento romántico allá afuera, pero Francesco no era un hombre cariñoso, tenía el temple de su padre y era firme en sus decisiones, ella entendió que nada lo movería de ahí, así que decidió salir a caminar por los terrenos de la mansión.

Cuando cruzó las enormes puertas francesas de vidrio que daban hacia fuera, su móvil sonó, ella deslizó la pantalla y encontró un mensaje.

— ¡Felicitaciones por tu nueva galería! Me alegra mucho saber que al fin vas a pensar un poco en ti, el arte siempre ha sido tu vida, ¡Y saber que ahora estarás en medio de lo que amas me contenta mucho!

Allegra sonrió, era una felicitación genuina de alguien a quien a pesar de las circunstancias le tenía mucho cariño. Luca había sido su novio en el colegio, y también durante los primeros años de la universidad, se conocían desde niños. Su amistad permanecía intacta a pesar de que sus vidas habían tomado rumbos diferentes.

— Gracias Luc, ¡Siempre eres un sol!

Tecleó de vuelta mientras se acercaba con la mirada en la pantalla hacia el área de la piscina tropezándose con alguien.

Al levantar la mirada se encontró con el rostro furibundo y desencajado de su cuñada.

Ginevra era la reciente viuda del hermano de Francesco, Enrico había fallecido en extrañas condiciones, le dio un infarto fulminante siendo un hombre joven y atlético, el médico no había tenido explicación para tal desgracia.

Enrico dejó a su esposa con un embarazo de un mes, ahora ya solo faltaban dos meses para que el bebé naciera, toda la familia lo esperaba con ansias.

— ¡Eres una cualquiera! — Gritó Ginevra levantando la mano y abofeteando a Allegra sin razón aparente.

— ¿Cuándo te darás cuenta de que no eres una verdadera Romano?

Debido al impacto del golpe Allegra dejó caer el móvil entre la jardinera y se quedó de piedra ante la reacción de su cuñada, ¿Qué diablos le estaba pasando?

— ¿No sé lo que te pasa Ginevra?, sé que no hemos tenido la mejor de las relaciones, pero eso no te da derecho a…

— ¿Derecho? ¿Me hablas de derecho? Has estado ganándote al viejo y dejándome a mí a un lado, ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo lo miras y lo atiendes? ¿Y todo eso para qué?

Allegra no podía creer lo que estaba escuchando, ella creía que estaba ganándose al suegro con algún propósito personal, ¿Tal vez por su dinero? ¡Pero qué estupidez! Ella no necesitaba nada de eso, solo quería sentirse parte de la familia.

— No he hecho nada para ofenderte, ni siquiera después de lo que vi, no voy a juzgarte Ginevra, sé qué has pasado por mucho y solo quiero pensar que el dolor te nubló los sesos, ¡Pero no voy a permitir que hagas esto!

El rostro de Ginevra se transformó en ira pura.

— ¡No te atrevas a mencionar de nuevo lo que viste! No sabes nada, eres una pobre trepadora, ¡No tendrás lo que es mío!

— ¿Y qué es lo tuyo? ¿Crees que por ser la viuda de su hijo él te dará su fortuna?

— Te lo advierto Allegra, te hundiré hasta el fondo, ¡No te atrevas a decir una sola palabra de lo que vista a nadie!

Ginebra caminó hacia atrás hasta el borde de la piscina mientras seguía gritando.

— Ya verás de lo que soy capaz, ¡Esto será solo tu culpa! ¡Todos te odiarán y verás quien de las dos es la que gana!

Y acto seguido se dejó caer a la piscina con un ruido fuerte ante los ojos atónitos de Allegra que no podía entender como ella se había lanzado de esa forma golpeando su vientre contra el agua y poniendo en riesgo la vida del bebé. 

Pensó que tal vez estaría bajo los efectos del alcohol o algo más para hacer una cosa como esa.

Ginevra se hundió hasta el fondo y permaneció ahí sin regresar a la superficie, Allegra tardó una fracción de tiempo en reaccionar y en darse cuenta de que su cuñada efectivamente estaba inconsciente, así que sin pensarlo más se lanzó al agua para sacarla.

En el salón Francesco escuchó gritos que venían de afuera, toda la familia y algunos de los invitados oyeron como Fiorella Romano pedía ayuda.

— ¡Es mamá! — Advirtió el joven empresario mientras corría a ver lo que sucedía.

— ¡Mamá! ¿Qué sucede? — Preguntó alterado Francesco tomándola por los hombros, la mujer estaba visiblemente afectada.

— ¡Es Ginevra!, está en el fondo, Allegra intenta sacarla, pero no puede ¡Ayúdala hijo, que se ahoga!

Francesco se giró hacia el agua y efectivamente ambas mujeres estaban en el fondo, sin pensarlo dos veces, se lanzó a la alberca hundiéndose para sacar a Ginevra que estaba completamente desmayada, la tomó por la cintura y la llevó hasta el borde de la piscina, otro par de manos la tomaron y tiraron de ella hasta tenderla sobre el suelo.

— ¡Está inconsciente, Francesco! ¡Haz algo! — Gritaba urgida Fiorella.

Mientras tanto, Allegra había tragado mucha agua por tratar de sacar a su cuñada y luchaba por salir a flote, pero toda la atención estaba puesta sobre la mujer embarazada.

Al fin logró salir con dificultad, y haciendo grandes esfuerzos por poder respirar se arrastró hasta el borde y se tendió a un lado tratando de devolver el líquido que estaba en su interior.

Cuando buscó a su marido con la mirada lo vio con Ginevra en brazos corriendo en dirección del estacionamiento.

Todos los presentes estaban preocupados por lo que ocurriría con su concuñada y el bebé, Allegra solo esperaba que el pequeño sobreviviera.

La joven se puso de pie como pudo y subió a su habitación, necesitaba darse una ducha y descansar un poco, la cabeza le dolía como el demonio y la garganta le quemaba por la ingestión del agua clorada.

La impresión de ver a su cuñada atentar así contra sí misma y contra el bebé la habían dejado exhausta.

Se aseó y se recostó un rato mientras esperaba noticias, pero justo cuando estaba conciliando el sueño, alguien la tomó de los brazos y la sacó violentamente de la cama.

— ¡Ven conmigo! ¡Tienes mucho que explicar a la familia! ¿Cómo pudiste? ¡Nunca me imaginé que podrías ser tan cruel!

La voz grave y profunda de Francesco la despertó a los gritos.

— ¿Francesco? Amor, ¿Qué pasa? ¿Por qué me haces esto? ¡Francesco! — Allegra intentaba ponerse de pie, pero los fuertes brazos de su marido la llevaban a rastras del cabello por el pasillo y luego por la escalera.

La joven se sujetó con todas sus fuerzas del barandal, incorporándose lo mejor que pudo, pero en medio del forcejeo pisó mal un escalón y se resbaló rodando escaleras abajo como si fuera peso muerto.

Se golpeó muy fuerte en la cabeza, pudo sentir como un líquido caliente comenzó a cubrirle parte del rostro y cuando quiso levantarse un dolor agudo atravesó uno de sus tobillos impidiéndole apoyarse en ese pie.

Allegra hubiera querido gritar de dolor, pero lo que estaba sucediendo le causaba más temor que sus heridas.

¿Por qué estaba siendo tratada así? ¿Por qué su esposo le hacía esto delante de toda la familia y nadie hacía nada por detenerlo?

Por un momento la joven pensó que tal vez estaba soñando, que era una espantosa pesadilla, pero de nuevo quiso apoyar el pie y el dolor le demostró que era completamente real.

Don Giorgio Romano estaba sentado en una silla en medio del resto de la familia, todos la miraban con odio visceral, menos su suegra que parecía desconcertada con la escena en medio de su casa, la chica no podía comprender por qué.

— ¡Tú eres la culpable! — Ladró Giorgio levantando el dedo acusador sobre ella.

— Has hecho que perdiera la única esperanza de tener un descendiente de mi hijo fallecido, ¡Ahora eso nunca ocurrirá, y todo por tu ambición!

Allegra inclinó la cabeza ligeramente tratando de atar cabos, ¡No! ¡El bebé, el bebé había fallecido!, la joven se llevó una mano a la boca.

— ¡No! Suegro, ¡Le juro por Dios que no he hecho nada! Ella saltó al agua…

— ¡Calla! Sabíamos que dirías eso, Ginevra nos advirtió que mentirías para salvarte, sabemos que tú la empujaste, y que luego te lanzaste para asegurarte de que se hundiera, ¿Qué esperabas ganar con eso?

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Allegra mezclándose con la sangre que manaba de su frente.

— ¡Le juro que no es cierto! Yo no lo hice, ¡Ni siquiera la toqué! Francesco, por favor, tienes que creerme, ¡Soy tu esposa!

Allegra suplicó, pero él solo desvió la mirada con desprecio.

— Francesco, no lo hice… no he hecho nada amor… — Sollozó, desesperada y llena de temor, sabía que su suegro era implacable, que si los Romano la creían culpable harían de su vida un infierno.

Amaba a su esposo, con todos sus defectos y su mal carácter, pero aun así había visto en él lo que nadie más, pero ahora… ¡Ahora todo se iría por el caño!

¿Acusada de homicidio? Nunca lo pensó, no podía ser real.

— ¡Arrodíllate! — Gritó Giorgio levantándose de la silla y acercándose con paso firme hasta ella.

— ¡Suplica, suplica por perdón, quiero que declares lo que hiciste!

Alegra le plantó cara, sentía que temblaba como una hoja, pero no le daría el gusto de humillarla de esa forma, ella conocía su secreto, sabía cosas… y había cerrado la boca para no afectar su matrimonio.

¿Pero esto, acusarla sin piedad de esa manera de algo que no era su culpa?, ¡No!, ya había excedido todos los límites.

— ¡No!, no lo haré, usted sabe que no soy culpable, ¡Y también sabe lo que yo vi!

Los ojos del viejo se encendieron de ira, levantó la mano  y luego la dejó caer con fuerza sobre el blanco rostro de la chica lanzándola contra el suelo, la cabeza de Allegra rebotó sobre el mármol y ella perdió el conocimiento. Todo se volvió negro.

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