CAPÍTULO 124
JULIAN
Nunca pensé que llegaría el día en que me sintiera emocionado por tener que ir a una oficina. Yo, que siempre preferí la pista de carreras, la adrenalina, el olor a gasolina quemada, los motores rugiendo. Las reuniones me parecían una pérdida de tiempo, un trámite innecesario. Pero hoy no. Hoy, solo con la posibilidad de cruzarme con Monserrat, todo cobra un sentido diferente.
No tengo una reunión con ella, al menos no directamente. Mi cita es con el equipo de la escudería de Belmont Motors, una junta netamente informativa que, si soy honesto, normalmente hubiera evitado. Pero cualquier excusa para estar cerca de ella, para verla aunque sea unos minutos, vale la pena.
Llego temprano al edificio. Desde afuera, con sus paredes de vidrio y acero, impone respeto. Un reflejo de lo que Monserrat es capaz de sostener. Entro, saludo con un gesto a la recepcionista y tomo el ascensor. Mi reunión es en el quinto piso, pero decido subir hasta el último, el piso de las oficina