Punto de vista de Selina
Cuando desperté, estaba en la cama, no en el duro baúl sobre el que me había dormido. Me levanté y tomé el teléfono que estaba a mi lado.
El reloj marcaba la medianoche, lo que significaba que había dormido casi diez horas. ¿Cómo había logrado Adrian moverme con tanto cuidado para que no me despertara?
Sentí que me ardían las mejillas al recordar todo lo que había sucedido hasta ese momento: la historia que le había contado de cómo había matado a mi esposo. Sentía una leve vergüenza cada vez que lo recordaba, no por haberlo matado, sino por haber llegado a esa situación.
¿Cómo pude creer en sus palabras y su labia antes de la boda? Fingió ser perfecto y, durante seis meses, me lo creí, aunque debería haber habido señales.
Suspiré para mis adentros y sentí cómo me rugía el estómago. No había comido y necesitaba algo de comer. Quizás debería servirme algo; debería haber algo en la cocina.
Era evidente que Adrian no estaba en la habitación y debía estar en su of