Tyler no tenía fuerzas para fingir que no estaba conmocionado. No tenía que fingir, porque ella estaba dormida. Y podía aprovechar la oportunidad para reconocer que, a pesar de haber intentado con todas sus fuerzas asustarla o prepararla, era él quien estaba perdiendo el control. Quien ya lo había perdido.
Quien no podía hacer nada más que sentarse en una silla junto a su cama, mirando a esa mujer que era la encarnación de todos sus sueños. Solo mientras ella dormía, inconsciente, podía pensar en que le había obedecido por completo. Que había encajado dentro de ella a la perfección. Ni una sola mueca de dolor. Ni un solo ajuste.
Era como si Lady Alexia Graham hubiera sido puesta en este mundo con el propósito expreso de recibir su pene profundamente dentro de ella.
Tyler sabía que ninguno de esos imbéciles que la habían tocado antes que él la había tratado así. La habían aburrido soberanamente. La habían hecho creer que era frígida cuando no podía parar de llegar al orgasmo. Se suponí