Le dijo a la organización benéfica que necesitaba un tiempo para sí misma y expuso todas las razones por las que creía que su mano derecha era más que capaz de asumir el cargo. Le escribió disculpándose por el aviso tan repentino, pero asegurándose de que la mujer que había elegido personalmente supiera que precisamente su competencia había hecho que Lexi estuviera tan segura de poder escabullirse. Era cierto, se dio cuenta mientras lo escribía, aunque tal vez no lo había pensado bien antes de subir a ese avión.
Le envió un correo electrónico a su padre —o mejor dicho, a su secretaria personal— y se sintió mal por el alivio que sintió al no tener que hablar con él. Porque ya sabía lo que diría. O mejor dicho, cómo sonaría al decirlo. Y él era demasiado bueno para hacerla sentir culpable. El hecho de que fuera involuntario por su parte, y siempre motivado por la preocupación, de alguna manera siempre la hacía sentir más culpable. La verdad era que Lexi no se sentía culpable en ese mome