Inspiró profundamente. «No necesito que hagas nada, ¿de acuerdo? Soy una mujer adulta y puedo con esto sola. Obviamente, esto te supera, así que no te preocupes. Contaré con el apoyo de mi familia. El bebé y yo estaremos bien».
Una imagen se materializó: Lucía y un bebé. El bebé. Su bebé. ¿Podría seguir con su vida normal sabiendo que ellos estaban ahí fuera haciendo lo mismo sin él? ¿Y qué clase de hombre sería ese? No solo no sería mejor que su padre, sino mucho peor. «No, Lucía. No vas a poder con esto sola. Te ayudaré en todo lo que tú y el bebé necesiten».
«No quiero que lo hagas por obligación. Eso no es lo que quiero».
—Bueno, claro que eso forma parte del problema. ¿Cómo no iba a serlo? Es mi responsabilidad tanto como la tuya. Que estés embarazada no significa que no tenga que compartir la carga por igual.
—¿Carga? ¿Así lo ves? Porque si vas a usar esas palabras, ni siquiera puedo tenerte cerca. Necesito apoyo. Mi vida se ha derrumbado por completo en el último año. Perdí a